viernes, 29 de abril de 2016

El camino - Historia de Miedo

EL CAMINO (PARTE 1)

Escrita y Adaptada Por Eduardo Liñán 

Relato basado en una experiencia real de Don José Limón
Corría el año 75 cuando me fui de vacaciones con unos tíos a un poblado de San Luis llamado La Pimienta, situado en la carretera de Valles-Tamazunchale, era un pueblo tranquilo, lleno de comercio informal , rodeado de viveros y vendimia de nieves de sabores, de calles angostas y a las faldas de cerros interminables, muy cálido en verano y frío extremoso en invierno, era un lugar bastante pintoresco, de gente amable y trabajadora, mi tío tenía un vivero a bordo de carretera, muchos clientes de Valles y Axtla llegaban con él, para comprarle sus plantas que eran por mucho las mejores, mi tía lo ayudaba a tenerlas siempre en excelentes condiciones y su negocio era prospero.
A mí no me gustaba mucho la idea de tener que ir al "rancho", como le llamaba despectivamente al pueblo, mi vida en Valles era, amigos, paseos por las noches y algunas veces hacer recorridos por sus "tres calles" pero era verano y mis padres no se podían encargar de mi, trabajaban y para mi papá el mandarme con mi tío, era para hacerme hombre y que se me ampollaran las manos, tenia razón, desde que llegaba, era sacar macetas, abonar tierra y hacer compota , no podía despreciar mas mi vida en aquel entonces. Maldecía cada día mi estancia ahí, y no veía la hora de regresa a mi casa, a mis cosas, a mis amigos, así que trataba de pasarla lo mejor posible.
Durante ese tiempo hice 2 amigos, un joven de mi edad Filemón Pancardo y su pequeño hermano de 6 años llamado Jaziel, siempre jugábamos a la pelota y nos ayudábamos en la labor, su padre tenía un vivero a un lado de mi tío, ellos al contrario de mi, les gustaba su vida ahí, no conocían otra desde que nacieron y eran personas de trabajo duro, honestas y siempre dispuestas a ayudarme, por eso me caían bien. Sin embargo hubo un hecho por el cual mi vida en ese lugar se tornó un infierno, un suceso que cambiaria mi perspectiva de las cosas para siempre y que me hundió en una depresión tan tremenda que intenté suicidarme varias veces después de eso.
Todo comenzó una noche, había guardado el balón con el que jugábamos Filemón y su hermano, Al caer la tarde, mi tío me mandaba todos los dias por leña, con un señor llamado Mardonio Rojas, el vivía del otro lado de la carretera, como a unos 500 metros, para llegar a su jacal tenias que recorrer un camino entre el monte, lleno de arboles, palmas y plantas de caña, por el día era un camino muy agradable a la vista. Los solares que había ahí, tenían plantaciones y algunos altares hechos con piedras que lo hacían bastante tranquilizador. Por la noche era distinto, era solitario, obscuro y extraño, la falta de luz y los sonidos de la noche te hacían imaginarte cosas, yo iba siempre corriendo, esperando siempre que algo me saliera de entre las sombras, era un lugar de terror y miedo.
No había casa cerca, no había iluminación, solo se escuchaba el murmullo de los carros pasar a lo lejos, las luces del pueblo apenas se distinguían, a veces el camino era iluminado por la luna llena pero eso le daba todavía un aspecto mas siniestro, las sombras de los arboles parecían tener vida propia, era el tramo que se me hacía bastante largo recorrerlo, cuando por fin llegabas al jacal de adobes y techo de palma de Mardonio, había una campana que tenias que tocar para que el hombre saliera, me daba siempre un atado de leña que pesaba un montón y el camino de regreso con la leña a cuestas era tortuoso, y en la obscuridad era peor, siempre tropezaba con piedras que luego no estaban ahí, mi mente me hacia escuchar pasos a mi alrededor y caminaba lo más rápido posible, el llegar a la carretera era un alivio, la luces y los coches pasar me indicaban que estaba en terreno seguro.
Todas la noches estaba ahí, a la entrada de ese camino obscuro, cada vez que entraba en ese camino obscuro el tiempo se detenía, a cada paso las luces, las personas, el ruido desaparecían lentamente, mi mente comenzaba a trabajar, en la obscuridad cualquier cosa podría estar al acecho, casi siempre podía "ver" por el rabillo del ojo, apariciones de figuras negras acechando entre los arboles con formas deformes y en cuclillas esperando el momento que pasara para abalanzarse sobre mí, desgarrándome, haciéndome cosas indecibles y pensaba que jamás me volverían a ver, pensaba en mis padres, en mis tíos, incluso en Filemón y su hermano. CONTINUARA...

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